Trump y Putin salen de Alaska con más interrogantes que certezas

La primera visita de un presidente ruso al estado ártico deja una cumbre cargada de simbolismo, sonrisas iniciales y una declaración final sin acuerdos concretos

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Trump y Putin salen de Alaska con más interrogantes que certezas
De las sonrisas del encuentro a las caras serias en sala de prensa (EFE)
El autor esTeresa Sánchez
Teresa Sánchez
Lectura estimada: 2 min.

Donald Trump y Vladímir Putin protagonizaron este viernes un encuentro que quedará en los libros de historia, no por sus resultados inmediatos, sino por la inédita puesta en escena: tres horas de conversaciones en la base aérea de Elmendorf-Richardson que concluyeron sin pacto de alto el fuego en Ucrania, pero con señales de deshielo diplomático entre Washington y Moscú.

Trump definió las discusiones como "extremadamente productivas", aunque no ofreció avances tangibles. "Hemos avanzado en muchos puntos, aunque faltan los grandes asuntos. No hay acuerdo hasta que hay acuerdo", señaló, antes de anunciar que informará a la OTAN sobre lo hablado con Putin.

Por su parte, el mandatario ruso se mostró abierto a una resolución del conflicto en Ucrania, pero condicionada a que se atiendan las "preocupaciones legítimas" de Rusia sobre la seguridad en Europa. "Más tarde o más temprano debemos pasar de la confrontación al diálogo", afirmó Putin, quien incluso arriesgó unas palabras en inglés: "La próxima vez en Moscú".

La cumbre estuvo marcada por un fuerte componente simbólico. Fue la primera vez que un presidente ruso pisaba Alaska, antiguo territorio del imperio zarista, en un momento en que ambos países compiten por el control estratégico del Ártico. Trump, fiel a su estilo, rompió el protocolo invitando a Putin a subirse a 'la Bestia', la limusina presidencial estadounidense, para conversar en privado durante un breve trayecto.

El ambiente distendido del recibimiento contrastó con el rostro serio de ambos en la breve comparecencia conjunta, que duró apenas doce minutos y no permitió preguntas de la prensa. El nerviosismo se palpaba entre los asesores estadounidenses, mientras los enviados rusos mantenían la compostura.

Para los más de 30.000 militares de la base, la jornada fue surrealista: aviones rusos aterrizando en Anchorage, coordinación aérea con el otro lado del estrecho de Bering y un bombardero B-2 sobrevolando en honor —o advertencia— al visitante ruso.

Con todo, la reunión terminó dejando más interrogantes que certezas. Ni promesas firmes de paz, ni compromisos de fondo. Solo el inicio de un canal directo entre Trump y Putin que podría marcar el rumbo de las próximas negociaciones.

Una cumbre histórica por su escenario y sus gestos, pero aún huérfana de acuerdos.

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