Tardes de domingo (1)
Alondra ricotí, la escasa joya del páramo
Tardes de domingo (1)
Casi a mediados de mayo, esta madrugada hace frío. El grupo se ha reunido en la puerta del hotel con linternas, alguna barrita de cereal para engañar al estómago, cuellos de forro polar y chaquetas acolchadas, ligeras, pero necesarias para desafiar el fresco de las 5 de la mañana.
"Pues esto no es nada: cuando hacemos censos en diciembre o enero, salimos con varios grados bajo cero, pisando el hielo", comenta Perico, uno de los investigadores de la Universidad Autónoma que trabajan en le recuperación y protección de la alondra ricotí (Chersophilus duponti).
El grupo de periodistas ambientales, invitado a acompañar durante un par de jornadas a los biólogos de la Autónoma se distribuyen en los todoterrenos que les llevarán al páramo, la planicie rocosa del norte de Segovia, rota por la garganta de las Hoces del Duratón.
En esta extensión pedregosa, rala, cruzada por viejas tapias de mampostería seca – vestigios de las lindes de fincas ganaderas, de los tiempos en que esta tierra era escenario pastoril-, campea una diminuta joya de la fauna, una alondra escasa en número y famosa entre los aficionados a la ornitología, la ricotí, la que hasta hace unos años se conocía como 'alondra de Dupont' y que en algunas comarcas de España tiene nombres hermosos: 'donjoaquín', 'alosa', 'calandra'.
La comarca noreste de Segovia no es la zona con mayor abundancia de ricotís, pero sí es un buen lugar para trabajar en el proyecto europeo Life Connect Ricotí, una prolongación del primer proyecto Life (planes de la Unión Europea para proteger especies y sus hábitats) en el que se está estudiando cómo gestionar el territorio para recuperar la especie.
"La ricotí prefiere el páramo, la campiña sin árboles, el espacio abierto", comenta el director del proyecto, el catedrático de Ecología Juan Traba. "En zonas con árboles, éstos son perchas desde las que pueden otear rapaces que son depredadoras de alondras. En una zona de páramo, la ricotí se mueve por el suelo, se camufla con sus colores crípticos (colores pardos, cremas, grises y blancos, que se confunden con la tierra y la vegetación esteparia) y pasa desapercibida".
Porque la alondra ricotí es un ave del suelo, aunque vuele si lo necesita. Pero en caso de peligro, o para moverse en busca de alimento, prefiere caminar y correr. Incluso su nido lo hace la hembra bajo una mata, directamente sobre el suelo. Desde finales de febrero andan los machos lanzando su reclamo 'ri… cotí...", un par de sílabas musicales que identifican a esta alondra entre las demás alondras de la campiña.
"Y porque es la más madrugadora, la que antes canta de todas, antes de que rompa el amanecer", comenta Traba. El biólogo, tras treinta años de campo y noches de ricotís, aún se emociona cuando la noche está a punto de abrir la puerta al alba y el campo se convierte en un concierto natural de machos de ricotí -'aquí estoy, aquí estoy'-, que lanzan su llamada desde el suelo o alzándose en vertical hasta más de cuarenta metros de altura.
Las ricotís, si el año es pródigo en alimento – escarabajos, arañas, grano y cualquier insecto que escuchen sobre el suelo – pueden llegar a intentar tres puestas, entre febrero y julio, con nidos de 3 a 5 huevos.
"Cada día pone un huevo, así que el primero soporta este frío hasta tres días antes de que la hembra se tumbe sobre la puesta y no se mueva durante caso dos semanas, hasta la eclosión". El macho, en ese tiempo, le trae alimento, pero las precauciones son altas: zorros, gatos y lagartos son sus principales cazadores, que se encuentran al azar con los nidos mientras deambulan por el páramo en busca de alimento. "El zorro caza principalmente conejo, pero si encuentra un nido de ricotí es como hallar una bolsa de chuches", comenta Traba.
El grupo ha bajado de los coches y, en la oscuridad, se deja rodear por el abrigo estereofónico de varias ricotís lanzando su canto, unas a ras de suelo y otras más alto, o más lejano, o más... no es fácil adivinarlo, porque no hay ni un mínimo rayo de luz aún, pero las alondras están en plena actividad.
"Ahora, en cuanto aparezca la primera luz, notareis cómo se van callando, cómo baja el canto", anticipa el profesor. Y así sucede: el oído va dejando paso a la vista y la grabación de sonido en el móvil, a la cámara, aunque las imágenes serán las de un páramo que despierta, una planicie que torna del negro al verde, pero en la que no es fácil ver las ricotís.
"Hacemos los censos recorriendo tramos concretos, ya marcados, para ir escuchando los cantos y estimar el número de machos en ese recorrido", explican los biólogos. Y también hacen notar que la tecnología ayuda a avanzar en la investigación: "ahora, con imágenes térmicas podemos detectar hembras empollando y censar una estimación de nidos".
El Life que están desarrollando tiene dos líneas de actuación principales: aumentar la extensión del hábitat idóneo para la especie en tres zonas de España, y reforzar las subpoblaciones más amenazadas con la 'traslocación' (tomar individuos de un lugar y llevarlos a otra comarca para que se asiente allí) desde las zonas con más densidad de alondras ricotí, que pueden perder algunos ejemplares sin afectar a su población total.
Y esto se debe a que la ricotí es la alondra más amenazada de nuestra fauna. En España hay sólo unas 2500 parejas. Esta pequeña, escasa y amenazada, tiene la condición de 'en peligro de extinción' en el Libro Rojo de especies de España y la categoría de 'vulnerable' en el Catálogo Español de Especies Amenazadas.
Una de las tácticas que se está probando con el Life Connect Ricotí es la protección de parcelas de páramo en las que no hay ninguna actividad excepto el pastoreo. "Tenemos pastores apalabrados para que recorran las parcelas de forma periódica, para que las ovejas se coman los brotes de árboles y mantengan la vegetación de páramo, la que necesita la ricotí", explica el zoólogo Juan Traba. ¿Y no es un antidogma trabajar para evitar que los árboles recuperen la zona? "Hace un millón de años, este páramo era páramo, no bosque. Las sabinas no eran la vegetación propia de esta zona esteparia hasta que intervino el hombre, hace siglos", comenta el biólogo. "Así que el paisaje sin árboles, abierto, pedregoso y con matorral y hierba baja es el verdadero paisaje de la zona".
El Life está mostrando varios retos: conseguir parcelas para proteger, pastores con rebaños que puedan recorrer estos lugares, evitar actividades de senderismo, paseo con perros sueltos, paso de vehículos a motor o actividades agrícolas impropias de la zona, y acercar a la población hacia unas comarcas de paisaje recio, y hacia un pajarillo de apenas 40 gramos, al que la actividad moderna en el campo - desaparición del uso ovino tradicional, intensificación agraria, reforestaciones y en los últimos años, el auge de parques eólicos – hace difícil asegurar su conservación.
¿Y por qué empeñarse en conservar una alondra, un pajarillo tan poca cosa, en un entorno tan yermo y sin valor económico como el páramo? Llenaríamos varios folios más con argumentos sobre la conservación del paisaje, la geología, la flora y la fauna, pero baste un argumento que emplea el catedrático Traba cuando explica por qué sigue empeñado en proteger a la ricotí: "quien venga una noche a escuchar a las alondras, antes del amanecer, y sienta cómo despierta el páramo entre los cantos de la ricotí, se emocionará como nos pasa a nosotros, y entenderá por qué trabajar para que esta especie siga en nuestros páramos".
Para consultas del proyecto, de la especie o cómo programar una salida al campo para escuchar - e intentar ver - alondras ricotís:
https://lifeconnectricoti.com/
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