La puerta de entrada sólo tiene cerradura por dentro: "Sólo se entra si las monjas abren e invitan a entrar", relata el presidente de la Asociación Camino del Asombro, Juan Ayres, que junto a la Federación Castellana de Clarisas ha reabierto el Monasterio de San Antonio el Real a las visitas turísticas. 

En el recorrido, interrumpido en 2021, tras el abandono del monasterio de las 3 últimas clarisas que lo habitaban, "se han incluido dependencias del pabellón de caza de Enrique IV, lugares que nunca se habían abierto al público en 600 años", continúa Ayres.

Este pabellón real fue el inicio de un cenobio que llegó a ser uno de los más importantes de la Península y que, hoy, "contiene riquezas arquitectónicas y objetos que lo hacen único", se admira Ayres, a pesar de que ya lleva más de dos años empeñado en recuperar San Antonio el Real a las visitas.

El presidente de Camino del Asombro ha presentado el programa de visitas turísticas  acompañado por la vicaria de la Federación Castellana de Clarisas, madre Mariuca Mesones, (también abadesa de las Calrisas de Alcalá de Henares), y por el director general de Patrimonio de la Junta, Juan Carlos Prieto.

La Orden de Clarisas de Segovia, al abandonar el edificio, lo cedió a la Federación. Pero este organismo religioso no dispone de medios para conservarlo por lo que estuvo "dos años buscando quién y cómo poder hacerse cargo del monasterio", relata la abadesa, hasta que en 2023 cerró un acuerdo con la Asociación Camino del Asombro para que ésta gestione el monasterio, aunque la propiedad continúa en las Clarisas, que tendrán la última palabra sobre las decisiones de restauración, intervención y gestión.

El director general de Patrimonio de la Junta defiende el nuevo modelo de actuación sobre el monasterio como "un programa de tres pilares, con investigación, conservación y restauración preventiva y explotación del bien" y subraya que éste es el primer caso en la comunidad autónoma en que se desarrolla esta nueva gestión "y servirá para ensayar y desarrollar el modelo".

Mientras invita a recorrer las salas y pasillos del claustro, Juan Ayres comenta que la Junta ha sufragado las primeras intervenciones con 250.000 euros iniciales "pero necesitaríamos unos 10 millones de euros para poder decir que se ha restaurado todo".

No obstante, tanto Prieto como Ayres insisten en que la nueva forma de gestión no se basa únicamente en recibir subvenciones y reparar o restaurar el edificio - "éso sería únicamente, actuar, no gestionar" - puntualiza Prieto - sino que buscan "crear un modelo de visitas, de relación del edificio con la sociedad".

"Y que los visitantes foráneos y los propios segovianos sepan la historia y el riquísimo patrimonio que hay aquí, en un lugar en el que vivieron Enrique IV y sus hermanos Isabel y Alfonso, con lugares que han estado cerrados al público durante 600 años", repite incansable Ayres, mientras invita a levantar la vista a los techos de las salas. 

"Los mismos carpinteros que hicieron los artesonados del Alcázar hicieron estas maravillas", relata al señalar las vigas y cuadernas del artesonado de madera de pino "pino de Valsaín", decoradas con hermosísima policromía de dorados, blancos, rojos y negros que impiden bajar la vista sin lanzar una exclamación de asombro, sala por sala.

La evolución de la gestión del monasterio pasará por una primera fase de visitas guiadas y el inicio de investigaciones científicas sobre el lugar y su contenido histórico y artístico. Aquí se contempla mostrar las piezas históricas de forma museística "y de manera que la visita sea una alternativa de ocio para toda la familia", comenta Juan Ayres.

La segunda fase se ocupará de las zonas verdes, "los paraísos perdidos, jardines y huertos a los que se dará un uso social", y la tercera, a medio plazo, será la de aprovechar parte de las estancias para hospedería "como refugio de silencio, espacio anacrónico en el que renunciar a la esclavitud de la comunicación actual"

Las visitas ya están disponibles para concertar a través de la web caminodelasombro.org y permiten visitar el antiguo pabellón de caza de Enrique IV,  varias salas y claustro donde se muestran los magníficos artesonados y muebles auténticos, conservados en primer lugar por los franciscanos que abrieron el cenobio y, después por las clarisas, y la iglesia, "de la que se dijo que Enrique IV había gastado una fortuna en una sala de baile... y aquí está", dice Juan Ayres mostrando el retablo mayor y la joya del monasterio: una vitrina en la que aparece, en piezas, un retablo hecho de cientos de figuras de madera, a modo de maqueta, exquisitas en su factura y para el que "ya hay institucciones, como el Museo del Prado, que desean investigar sobre este conjunto". 

Justo antes de entrar en la iglesia se recorre la sala "en la que Isabel de Castilla pidió ser sepultada mientras se finalizara su tumba en Granada, aunque nunca llegó a estar enterrada aquí". También entran las visitas "al abrir una puerta que lleva a siglos atrás" al refectorio de las clarisas, adornado con frescos "repintados en estos 600 años", donde siguen las taquillas en las que cada hermana guardaba su plato, cuchara y servilleta, y el púlpito desde el que se escuchaban oraciones y escrituras mientras se comía en silencio. 

En el coro de la iglesia se guarda "la mayor colección de Niños Jesús de España, muchos con pelo natural, recogido de las novicias a su entrada al monasterio", y varias imágenes de San Antonio, patrón del lugar. Otra sala muestra "una silla trono que parece que perteneció al cardenal Cisneros". 

Y todo ello, alrededor de dos claustros que ofrecen "el mayor tesoro, el silencio", dice el presidente del Camino del Asombro antes de romperlo al hacer sonar la campana que en su día llamaba a las hermanas.