circle

Las cartas sobre la mesa

Las cartas sobre la mesa
Diego Jalón Barroso
Diego Jalón Barroso
Lectura estimada: 5 min.

Lo que nadie puede negar es que Pedro Sánchez es el gran influencer de la política, la Dulceida de nuestros gobernantes. Desde que decidió escribir a los españoles su carta de amor de un quincuagenario voluptuoso a la directora de cátedra y experta en captación de fondos públicos, el género epistolar se ha vuelto tendencia. Ya no hay político que se precie que no escriba cartas a los suyos o al conjunto de una población obligada a regañadientes a dejar por un momento de ver vídeos en el móvil y ponerse a leer un papel, cosa que ya de por sí tiene su mérito.

Escribió Illa una carta a los militantes para explicarles que su triunfo en las elecciones catalanas es "un reconocimiento a las políticas del Gobierno de España y a la apuesta firme de su presidente, Pedro Sánchez, por el diálogo y la convivencia". Según Illa, las políticas del constructor del muro, del divulgador de la fachosfera, del luchador incansable contra la derecha, la extrema derecha y la máquina del fango, le van a permitir a él poner en marcha una Cataluña "sin bandos ni bloques". Una Cataluña "para todos los catalanes y las catalanas, vengan de donde vengan, piensen lo que piensen, y hablen la lengua que hablen". Claro que esto último lo dice el líder del partido que impulsó la aprobación en el Parlament de una ley para esquivar la sentencia del Tribunal Superior de Justicia que fijó el 25% de educación en castellano.

Lambán, ex presidente de Aragón y ahora senador, ha escrito también una carta, dirigida a Juan Espadas. No sé si en este caso se ha cometido un delito masivo de violación de la correspondencia, pero el caso es que la hemos leído todos. Y dice que "como español, como aragonés y como socialista, he venido oponiéndome repetidamente a la ley de amnistía. Las razones las he expuesto estos meses pasados hasta la saciedad: en mi modesta opinión, vulnera la igualdad de todos los españoles ante la ley; pone en quiebra la separación de poderes, clave de la democracia, y, en última instancia, socava la autoridad moral y política del Estado para hacer frente ahora y en el futuro al independentismo, que no dejará nunca de intentar la vía de la secesión porque forma parte de su razón de ser".

Y claro, el Partido Socialista, que según Illa va a poner en marcha un gobierno para todos "piensen lo que piensen", pues le va a abrir a Lambán un expediente sancionador por decir lo que piensa. Y es que, como ha explicado Juan Espadas, el PSOE "no es un club de petanca". Y al parecer no ha sentado nada bien que Lambán explique en el mismo párrafo lo que es la ley de amnistía y que los independentistas seguirán intentando la secesión, todo un logro de concisión literaria.

Hasta Junqueras, el que se comió el marrón de la cárcel para que ahora sus votantes premien al que se fugó en el maletero, escribe cartas. Lo malo es que, igual que en la de Lambán se entiende todo, la suya es un tanto más confusa. Pero, muy en la onda del gran influencer, también anuncia que se va, pero se queda, y que va a reflexionar. Aunque, eso sí, su periodo de reflexión no será de cinco días sino de cinco meses, que Oriol tiene mucho que pensar.

Junqueras tendrá sin duda tiempo de reflexionar sobre el efecto sanador del perdón que ahora predica el mesías de Ferraz. Y podrá cavilar por qué llama Sánchez perdón a la amnistía y no a lo suyo, el simple indulto, que le impide ejercer su derecho al sufragio pasivo, mientras Puigdemont se presenta a las elecciones y reclama su derecho a ser presidente de Cataluña pese a no haber ganado las elecciones, qué ocurrencia. Seguramente acabará descubriendo Junqueras, es un tipo listo, que amnistiar no es perdonar, sino pedir perdón.

Con todas estas cartas ya leídas y los votos catalanes ya contados, uno podría pensar que todo está resuelto y que es cuestión de días confirmar que, como aseguran ahora todos los politólogos, Illa será presidente de Cataluña. El resultado al parecer es tan claro que, como afirma la portavoz del PSOE, Esther Peña, "el gobierno de Cataluña se decidirá en Cataluña" y no en Suiza, donde se decidió el de España. Pero dicho esto, resulta que nada se va a decidir hasta que se cuenten los votos de las elecciones europeas. Todo muy coherente.

Como lo es también este otro relato según el cual, con estas elecciones, y gracias a las políticas sanadoras de Sánchez, el procés se ha terminado. En esto creo que pueden plantearse algunas dudas razonables. Por un lado, puede ser cierto que el procés haya terminado. Pero no ahora. El procés terminó gracias a que Rajoy, con el apoyo de Sánchez y del PSOE, aplicó el artículo 155. Y gracias también a que los responsables de la declaración unilateral de independencia fueron juzgados y condenados. Desde entonces, no ha salido del Parlamento de Cataluña ni una sola ley, ni una sola declaración ilegal a favor de la independencia. Con el procés acabó el castigo y no el perdón, y mucho menos la impunidad.

Y por otro lado, como todos deberíamos saber, el independentismo no renunciará jamás a lo que considera el destino manifiesto de su pueblo. Lo que nos han traído estas elecciones, en las que la papeleta más votada ha sido la abstención, es el consuelo y la alegría de ver que muchos votantes independentistas se han quedado en su casa. Como se dice ahora, están "desmovilizados", pero no en peligro de extinción como el lince ibérico. Y si bien es cierto que su capacidad de determinar el Gobierno de Cataluña se ha reducido mucho, su capacidad de condicionarlo sigue intacta. Y lo más grave es que, gracias a las políticas del gran perdonador, su capacidad de influir en el Gobierno de España es absoluta. La fuerza del independentismo tal vez ya no resida en el Parlament, pero sigue habitando entre nosotros, nada menos que en el Congreso de los Diputados. Del independentismo depende no sólo la presidencia de Cataluña, sino la de España. Este es el gran logro de Sánchez.

Los tahúres se pondrán ahora a jugar y veremos cómo acaba la partida. Aunque faltan por repartir las de las elecciones europeas, casi todas las cartas están ya sobre la mesa. Pero quedan todavía muchos ases en las mangas de estos pillos entre los que anda el juego de formar gobiernos y convocar elecciones.